domingo, 10 de abril de 2011

La ciudad celestial y la nueva tierra

Ante el deterioro de la coyuntura internacional, se hace más importante que nunca tener presente que habrá un desenlace feliz. Es cierto que, antes de mejorar, la situación se pondrá peor. Lo fundamental, sin embargo, es que va a mejorar, ¡y mucho! A la noche más oscura que el mundo haya conocido seguirá la alborada más gloriosa. Por fin entonces se establecerá el reino de Dios, que prevalecerá para siempre. Durante tres años y medio -denominados en la jerga bíblica la Gran Tribulación-, el Anticristo -dictador mundial cuyo advenimiento se espera en breve- perseguirá a los creyentes de todas las confesiones religiosas. No obstante, al final de la Gran Tribulación, Jesús retornará «sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria» para rescatar a los Suyos y reunirlos con Él (Mateo 24:29-31). Todos los hijos de Dios salvos que hayan muerto a lo largo de los siglos resucitarán y ascenderán milagrosamente para reunirse con Cristo en el aire. Luego los salvos que aún queden en la Tierra serán instantáneamente transformados y se unirán a ellos. Jesús rescatará a los Suyos de las fuerzas anticristianas que los estén atribulando y se los llevará a la celebración más grandiosa que haya habido jamás: la cena de las bodas del Cordero en el Cielo (Apocalipsis 14:14-16; 19:6-9). Entretanto, la pavorosa ira de Dios se derramará sobre el Anticristo y sus seguidores (Apocalipsis 14:8-11,17-20; 15:1,7-8; 16:1-11). Las huestes del Cielo conducidas por Jesús volverán entonces para derrotar al Anticristo y sus fuerzas. Este enfrentamiento se conoce como la batalla de Armagedón. La misma señalará el fin de los gobiernos de los hombres, ya que a partir de ahí, según la Escritura, Jesucristo y Sus fuerzas asumirán el mando del planeta para regirlo con justicia. Durante los siguientes mil años -período que se denomina el Milenio- habrá una era de paz y abundancia, y la Tierra será un paraíso (Apocalipsis 19:11-21; 20:1-6). Al final del Milenio, Satanás será liberado de su prisión en el corazón de la Tierra, donde habrá estado recluido todo ese período. Recobrará su libertad por un brevísimo tiempo, suficiente para volver a engañar a las naciones. Una vez más, quienes no se hayan convertido al Señor, se unirán a Satanás en franca rebeldía contra el reino de Dios en la Tierra. Dios volverá a vencer al Diablo y sus seguidores -esta vez en el marco de una batalla aún más desoladora que el Armagedón, la de Gog y Magog-, tras lo cual purificará completamente la superficie terrestre con un diluvio de fuego (2 Pedro 3:10; Apocalipsis 20:8-9; 21:1). Después de la batalla de Gog y Magog, Dios edificará un mundo nuevo sobre las cenizas del antiguo, «cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia» (2 Pedro 3:13). El planeta será el mismo, pero con una superficie totalmente renovada. Dios recreará la faz de la Tierra y establecerá en ella un nuevo edén. Entonces Su imponente ciudad celestial descenderá del espacio para posarse sobre la Tierra nueva. El Altísimo bajará a vivir con nosotros, y nosotros conviviremos con Él (Apocalipsis 21:2-3). Dicho Cielo en la Tierra será tan concreto y tangible que los capítulos 21 y 22 del Apocalipsis lo describen con todo lujo de detalles, y dan las medidas, los colores, los materiales de la ciudad y mucho más. Será la urbe más grandiosa que se haya construido. Superará con creces nuestros más aventurados sueños. Cubrirá una superficie aproximada de 5,8 millones de kilómetros cuadrados, como casi toda Australia, más de la mitad de Europa o Estados Unidos, o una quinta parte del continente africano (Apocalipsis 21:16). «La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero [Jesús] es su lumbrera» (Apocalipsis 21:23). El Sol y la Luna seguirán brillando para beneficio de quienes vivan fuera, pero los que estén dentro no los necesitarán, toda vez que la ciudad estará dotada de su propia energía luminosa: la luz de Dios, de Su Hijo, Jesús. Toda su estructura será de «oro puro, semejante al vidrio limpio» (Apocalipsis 21:18). ¡Imagínate! Un maravilloso río de la vida fluirá del trono de Dios y atravesará el centro de la ciudad. A ambas riberas del río crecerán árboles de la vida, que darán continuamente doce tipos de fruto, y cuyas hojas serán «para la sanidad de las naciones» (Apocalipsis 22:2). Los santos resucitados tendrán cuerpos sobrenaturales, también conocidos como cuerpos gloriosos, por lo que no necesitarán curación. De ello inferimos que la sanidad a la que alude este pasaje será para la gente y las naciones que moren fuera de la ciudad. Otra característica notable de la Tierra nueva será que «el mar no existirá más» (Apocalipsis 21:1). Hoy en día la mayor parte de la superficie terrestre está cubierta por agua. Eso significa que cuando Dios rehaga el planeta y hayan desaparecido los mares, este dispondrá de cuatro o cinco veces más tierra habitable, la cual podrá ser aprovechada por las gentes de fuera de la ciudad. El globo terráqueo se renovará completamente, será todo nuevo. Estará poblado de pájaros y animales amistosos, además de todas las hermosas criaturas de Dios que conocemos actualmente. En cambio, no habrá lugar para los insectos dañinos ni para las plagas, cardos y espinos (Isaías 11:6-9; 55:13). Toda la creación será tal cual la concibió Dios en el principio, semejante al Huerto del Edén. Un mundo de ensueño, sin pecado ni guerras, sin devastaciones ni muerte, sin enfermedades, ni lágrimas, ni dolor. Y eso no es todo: «En la casa de Mi Padre -dijo Jesús- muchas moradas hay. [...] Voy, pues, a preparar lugar para vosotros [...], para que donde Yo estoy, vosotros también estéis» (Juan 14:2-3). Si has reconocido a Jesús como tu Salvador, un día de estos serás propietario de una mansión que no te costará nada: Jesús ya pagó por ella. ¿Estás preparado para ir al Cielo? ¿Podrás circular libremente por las calles de la ciudad celestial? Solamente los salvos andarán en ella (Apocalipsis 21:24). No querrás perderte eso, ¿verdad? Basta con que aceptes a Jesús como Salvador, si es que aún no lo has hecho.

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